
Existe un placer en descubrir todo aquello que se sale de lo cotidiano. Y un placer aún mayor en dejarse llevar por lo desconocido cuando se tiene el firme convencimiento de que la experiencia de viajar hacia un mundo nuevo aportará toneladas de emociones y sensaciones enriquecedoras.
He cruzado fronteras, he coleccionado los visados estampados en las páginas del pasaporte, he experimentado el jet-lag, he hecho y rehecho equipajes, he soñado con que me iba y he vuelto a soñar con que me quedaba y no regresaba... He subido, bajado, ido y venido. He visto y he sentido. He escrito sobre lo que en algún instante me emocionó y he captado imágenes que otros no veían. He volado, navegado, rodado y caminado por muchos lugares que me dieron la bienvenida y a los que procuré llegar sin prejuicios y marcharme sin añoranza.
Y en esos constantes periplos en los que me he embarcado, algunas veces reconozco que me basta la simple realidad para recrear escenas ya de por sí fascinantes y, en otras ocasiones, lo que ya existe me da pie para inventar historias de situaciones y personajes que se cuelan descaradamente en mi mente.
Desde Sudáfrica hasta Europa. Desde Canadá a Japón. Por mucho que haya visto, sigo pensando que nunca es suficiente porque siempre hay algo que ver y cientos de cosas que contar.
Copyright foto: Teresa Morales. Bahía de Arcachon. Francia