ESCRITOS PERSONALES EN TONOS VERDES


Lendoño. Copyright foto: Teresa Morales
A veces, no soy yo, sino ese Ser Supremo que habla a través de mí. O, mejor dicho, escribe a través de mí. Me suelta ideas, como una lluvia fina y saludable. Y consigue llegar hasta lo más profundo de mi alma. Más allá de esa mente limitada que se empeña en dirigir lo que no es dirigible. Entonces, como aquel día, escucho a la vida pronunciar sus sentencias de esperanza. El verde, en todos sus matices, pintaba el paisaje con pinceladas nacidas de un pulso y una intención sublimes. Sí, sublimes. Una palabra que me gusta tanto que no puedo, por menos, que retomarla y usarla cuantas veces sean necesarias hasta sentir e inspirar. A mí y a otros. Y así, con el sonido leve de mis pasos sobre el sendero de tierra; con el aire peinando las faldas de las montañas; con los pájaros retozando con sus cánticos entre rama y rama; con la presencia de un alma que me observaba en silencio... algo, esa Conciencia Suprema, me reveló parte del secreto: "La interacción entre los seres garantiza, de alguna forma, el orden divino. En nuestras manos está hacerlo en términos que potencien el amor, o en términos de destrucción, invasión, egoísmo y rabia". Aquellas palabras, como lluvia fina y saludable, se adentraron en mi ser. Y opté, ¡cómo no!, por vibrar en términos de amor. Amor: esa esencia con la que el Universo sopló nuestras almas, antes, mucho antes de nacer. Destinada a potenciar la belleza de todo lo que vemos y que existe per se.