
Cuentan que en el año 291 a.C. se inaguró un templo a Esculapio (dios romano de la curación) en la Isla Tiberina y que el propio emperador Augusto ordenó que cualquier persona que tuviera un sueño sobre Roma debía hacerlo de dominio público, exponiéndolo en el foro de la ciudad, con objeto de que cualquier posible aviso de los dioses sobre el futuro de Roma no pasase desapercibido. La isla no me queda a mano y a los foros ya fui ayer. Por la noche, el lugar donde plasmo sueños, ajenos y propios, es la Piazza del Popolo desde donde la realidad siempre adquiere otra perspectiva. Habitualmente para bien. A un lado, Neptuno. Al otro, la diosa Roma. La bella Roma que parece dirigirme y protegerme, como un hada madrina. Y ahí, no sólo observo, siento y veo, sino que a veces (muchas) sueño y otras (algunas) escribo cartas.
Querida amiga, no sé muy bien qué decirte. En verdad, lo único que estaría bien ahora sería escucharte. Estar ahí, en silencio pero arropándote, aunque sólo fuera para que mi compañía amortiguara la caída de las lágrimas. No sé... pero sí sé. Sé que a veces, de forma incomprensible, a la magia le sigue un momento de incertidumbre y la realidad, eso que has vivido y te ha hecho tocar el cielo, toma la forma de una ilusión. Sólo el tiempo te dirá o, mejor dicho, te descifrará los porqués.
Para que tú también te ambientes ahora, en la piazza quedan algunos turistas y nativos que lo parecen (turistas, no nativos). Los inmigrantes de origen ¿pakistaní? venden aros que vuelan, giran en el cielo y se iluminan. Otros días, por la mañana, venden pistolas que disparan pompas de jabón. Y por las noches, pasean con ramos de rosas que intentan vender a los enamorados. Así que he llegado a la conclusión de que ellos son los guardianes de la magia o, al menos, facilitan herramientas con las que seguir soñando, aunque sea durante unos minutos.
El agua de la fuente de la diosa Roma desprende un reflejo celeste. Pura ficción, porque el agua es incolora y el vaso es de piedra, pero un leve tono azul sobre la superficie consigue engañar al ojo. Como las iglesias gemelas que, aunque la gente se empeñe, no son iguales. Las esculturas que simbolizan las cuatro estaciones parecen recobrar vida, como si lentamente se aproximaran, el otoño hacia la primavera, el verano hacia el invierno. Baile de opuestos y complementarios. Me quedo con la primavera. Esta figura tiene algo especial que me ¿enamora?
Lo ves, lo quiera o no, siempre acabo hablando del amor....jajajaja... ¿Será por eso que me vine a RomA? Y te diré, con respecto a nuestra P.D.A que el primer sitio que pensé para que se quedara fue con tu madre. Así que, ya ves, al final, está en el lugar que le correspondía desde el principio o, al menos, el que la intuición me aconsejaba. Quizás porque tu madre siempre me ha enseñado que eso que tú y yo llamamos sueños, el amor incondicional hacia alguien aún pasado el tiempo con y a pesar de las circunstancias, no sólo es posible, sino que es real. Y a ella, cada vez que habla de tu padre, se le llenan los ojos de lágrimas por lo que ya no puede disfrutar, pero se le ilumina la mirada de todo lo que sintió y sigue sintiendo por él. ¿Acaso, con ejemplos como el de ella, no deberíamos creer que el amor auténtico existe, aunque a veces no esté al lado?
Copyright foto: Teresa Morales. Roma