LA LUZ DE SUS OJOS... TANTOS AÑOS DESPUÉS


Artomaña. Copyright foto: Teresa Morales
Cierro los ojos. Veo un mar. O un par de ellos. Azul casi turquesa. Tan transparentes que no sé muy bien si es el mar o el resplandor del alba sobre él. Esta es la historia de una señora que tiene los ojos de ese color. Una señora mayor, muy mayor. Cierro los ojos y escucho su voz. Los mantengo cerrados y siento el roce de su piel áspera y cuarteada sobre mis manos. Cierro los ojos. Veo una lágrima. Tan transparente, que parece el rocío puro de la mañana. Y otra más, deslizándose por el rostro de esta señora mayor, muy mayor. Ella me cuenta. Y yo le agradezco. Ella me narra aquello que, aún hoy, le desgarra el corazón. Lo que me contó se queda en mí, pero aunque sea en pensamientos y en frecuencia de buena intención, mi consuelo llegará. Cierro los ojos. Veo un horizonte. Dos veleros, de casco y velas blancas. Irradiando luz. La luz de sus ojos. Navegando plácidamente por un mar azul casi turquesa. El mismo color de la mirada de esta señora que aún hoy, tantos años después, llora por lo que fue y no pudo ser. Cierro los ojos. Desde ayer y hasta hoy. Tal vez siempre sea así. No sé. Hoy cierro los ojos, y vuelvo a escuchar su voz, sus lamentos y sus quebrantos. Sólo Dios sabrá por qué fue así, y por qué lo que fue no pudo ser.