VACÍAS DE TODO O LLENAS DE NADA


Botellas. Ávila. Copyright foto: Teresa Morales
A ciertas horas del día, el sol se colaba por las ventanas del salón que, en ese momento, se encontraban desnudas. Con las persianas altas y ocultas detrás de la pared, y las cortinas abiertas de par en par. Plena desnudez de un cristal que dejaba pasar a través de él lo que la vida quisiera darle. A su antojo. Al fondo de la estancia, en esa esquina en la que parece imposible que llegue un rayo, se tumbaba mansamente la luz. Y las botellas, de pronto, resurgían de la oscuridad. Gritando. Haciendo añicos el silencio. Un silencio que las había tenido ocultas durante décadas. De cuando ya nadie depositaba en ellas sueños con aliento a vino y cognac. Y hoy, al volver a verlas así, tan vacías de todo y tan llenas de nada, las rescato de ese olvido cristalino para depositar en ellas palabras que una vez leí en el libro Una vida sin límites, de Nick Vujicic. "Por cada sendero bloqueado hay otro que está abierto. Por cada discapacidad hay una capacidad. Fuiste puesto en esta tierra para cumplir un propósito, así que nunca permitas que una pérdida te convenza de que no hay formas de ganar. Mientras sigas respirando aquí, con el resto de los mortales, siempre hay algún camino".