ÚLTIMAS VOCES DE UNA ÉPOCA






















Copyright foto: Yvette Moya-Angeler 
A veces sucede. Soltamos el control, dejándonos llevar  por una fuerza que no proviene de la mente, sino del corazón. Y entonces, el proyecto de vida que nos habíamos trazado se define poco a poco hacia uno nuevo con el que no contábamos, pero que nos aporta una luz limpia y una plenitud... no sé cómo definirla. Podría ser balsámica, en ocasiones. Siempre sorprendente. En muchos instantes, incluso podría surgir en el presente como desasosegante por inesperada. Pero al final, a medio y largo plazo, esa dicha es absolutamente reconfortante. Vital. Capaz de cualquier cosa. Del todo y del más. No por soberbia, ni por altivez. Por pura y sencilla humildad. 
Así, creo, han sido estos últimos años de la periodista Yvette Moya-Angeler. Un mudar la piel. Salir de la rueda samsárica de ritmos crispantes, vértigos y vorágines... para adentrarse en un bosque de silencio e intimidad. Literal. Entre rocío, ramas, hojas, cantos de aves y pisadas de seres que no se ven, pero que están. Hasta que la vida la puso en el deber de conocer, sin querer, a doce personas. Ancianas, ellas. Mayores en edad. Sabias. 
De aquellos encuentros con estos hombres y mujeres octogenarios y nonagenarios de la localidad de Aiguafreda, en las estribaciones del Parque Natural de Montseny, entre memorias fotográficas, antiguos utensilios de trabajo, fragancias de café o de té, mermeladas caseras, olor a fuego, a leña y a hogar... Yvette cosechó sentimientos y emociones de tiempos ya pasados. Y se preguntó qué hacer con ellos. Lo que hizo fue lo que mejor sabe hacer: unirlos, con palabras tonificantes y delicadas. 
Hoy, estos años de cambio y transformación profesional llevan un título: Últimes veus d'una època. Un libro autoeditado que se ha presentado este mes, gestado en la serenidad dulce con la que se balancea la ilusión. Un libro que sólo tiene un propósito: dar voz a la memoria oral de las generaciones que se pierden. Y es que a nuestro alrededor, allá donde miremos, e incluso allá donde no sepamos ver, habrá una persona mayor que lo ha vivido todo, y cuya mente, aún activa y vigente, podría relatarnos los secretos del bien vivir y del mejor ser. Solo necesitamos escuchar. Reflexionar. Recordar. Y después, por si algo se nos queda en el tintero, leer.