ESENCIA JAPONESA






Al norte de la ciudad se extiende Asakusa, un reducto del Japón antiguo con todo el sabor de la época Edo. Fue un gran puerto fluvial donde destacó el comercio de arroz y cuentan que era tal el atractivo de este barrio que hasta los samurais y los sacerdotes se disfrazaban para mezclarse con sus gentes. Hoy en día es un entramado de calles estrechas, repletas de comercios de souvenirs, pequeños restaurantes de shushi y noodles, telas con estampados ukiyo-e y centro de uno de los grandes rincones sagrados de la ciudad: el templo de Senso-Ji. Acceder a él a través de la gran puerta de Kaminari-Mon es entrar en el mundo de la devoción supersticiosa de los japoneses que, en un ritual mecánico, se inclinan delante de la gran figura de Kannon, deidad de la Infinita Compasión y Misericordia. Y como Tokio es un laberinto de contrastes, cerca de allí, a orillas del Sumida, las pagodas y las casas de madera ceden su sitio a las nuevas propuestas arquitectónicas como Asahibiru Onza, la sede de la cervecera Asahi, obra del diseñador Philippe Starck. Con una especie de pepita de oro gigante en el techo, este edificio protagoniza una de las imágenes del Japón más atrevido y recuerda a los visitantes que en esta ciudad todo es posible.
Copyright fotos: Teresa Morales Distrito de Asakusa. Tokio