LA RUTINA



A los pies de la escalera que da acceso a la Opera House, en Sydney, siempre hay un lugar para la fantasía. Familias, parejas, ancianos, niños de todas las razas se cruzan en esos escalones, asombrados de lo que ya han visto, expectantes ante lo que van a ver. Fue allí donde me tropecé con esta princesa que quería ser reina, engalanada de tules malvas, adornada con diademas doradas, enjoyada con bisutería infantil que le hacía volar hacia un paraíso donde ella gobernaba a propios y extraños. Y la observé, durante varios minutos, imaginándome en qué estaba pensando. Para mi sorpresa, sus preocupaciones eran tan mundanas como rutinarias.
"Desde el cole hasta mi casa doy 345 pasos. Ni uno más ni uno menos. Me siento en dos bancos negros de hierro que colocaron el mes pasado y cruzo dos puentes. Uno es azul, pero había sido amarillo. El otro es rojo y siempre estuvo de ese color. Espero unos cuantos semáforos, quizás sean diez o doce. Normalmente, cuando uno se abre el siguiente se cierra, lo cual me lleva a plantearme el orden y la organización. ¿No se debería caminar de seguido en el momento en el que alguien te da permiso para cruzar? Desde el cole hasta mi casa me encuentro con un anciano que echa de comer a las palomas, con una niña con mochila roja y gorrito azul que nunca me mira a los ojos, cientos de taxis verdes que siempre van con prisas, el tendero de la esquina colocando los carteles que indican el precio de las algas, el barbero que siempre barre el cabello del suelo pero nunca está cortando el pelo a nadie, dos viejas que charlan ajenas a lo que les rodea... Desde el cole hasta casa me da tiempo a observar la vida, a sentirla, a interrogarme, a fantasear, a retener impresiones... Así un día y otro y otro también y nunca me aburro porque, a pesar de que algunas escenas se repiten siempre hay un rincón en el que descubro un protagonista nuevo al que, por supuesto, incluiré en mi personal y peculiar historia. ¿Y quién y qué será hoy?..."
Ella seguía mirando al infinito con la mirada puesta en una vida, la suya, con la que yo acababa de fantasear. Me levanté y me sacudí los pantalones. Dirigí mi vista hacia los cientos de personas que paseaban por Circular Quay mientras los ferries dibujaban ondas en el mar. Eché a andar y me di cuenta de que sonreía, preguntándome cuántos pasos tendría desde aquel lugar hasta el hotel.
Copyright fotos: Teresa Morales. Sydney