LAS AVENTURAS DEL MUSÉE MER MARINE DE BORDEAUX

"Burdeos, un puerto que nunca ha visto el mar". Con esta frase, el periodista y escritor François Mauriac subrayó la singularidad de una ciudad que ha construido su historia, modelado su paisaje y edificado su admirable patrimonio sobre y en torno a sus vínculos indefectibles con el mar. 2007 consagró el esplendor de esta fantástica ciudad francesa al inscribir el Puerto de la Luna, su puerto (considerado durante una época el segundo puerto del mundo después de Londres) en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. ¿Cómo no imaginar, pues, que en el corazón del barrio marítimo de Burdeos, junto a los muelles, podría construirse un lugar que continuase esta historia y prolongara todas aquellas que hablan de las aventuras en el mar? Así surgió la idea del Musée Mer Marine (MMM) de Burdeos: en la parte dedicada al mar, el museo expone sus colecciones, recorriendo la historia de la navegación desde la prehistoria hasta nuestros días, describiéndola en cada etapa junto al ingenio del hombre y el desarrollo de sus técnicas, ciencias y artes. En la sección dedicada al mar, el museo evoca el universo infinito de océanos, objeto de las conquistas de la humanidad: aventureros, guerreros, pescadores, deportistas, científicos en busca de nuestros orígenes o investigando un futuro para nuestro planeta. Por último, el mar siempre ha sido una fuente inagotable de inspiración para los artistas, por lo que el museo dedica también un amplio espacio de exposición al arte. 


Maquetas en el Musée Mer Marine. Bordeaux. Copyright foto: Teresa Morales

Con varios miles de objetos marinos (maquetas y barcos de tamaño natural, instrumentos de navegación, mapas y atlas) así como obras de arte, la colección del Musée Mer Marine abarca varios milenios de la historia de la navegación. Con el apoyo de historiadores, oceanógrafos y artistas contemporáneos, este patrimonio se ha puesto al servicio de una narración original que sitúa las aventuras humanas del mar dentro de la inmensa evolución de los océanos, desde los tiempos geológicos hasta las preocupaciones medioambientales del siglo XXI. La escenografía de la exposición reúne también objetos marinos y obras de arte del periodo correspondiente, situando estas grandes epopeyas marítimas en su contexto visual, estético y técnico. Es a través del mar como las diferentes culturas del mundo y sus respectivos productos se han encontrado, mezclado y enriquecido mutuamente. El Musée Mer Marine muestra esta riqueza formal y espiritual, que llegó a Francia en barco ya en la Antigüedad.

Hasta aquí, una breve introducción amablemente proporcionada por el gabinete de comunicación del MMM. A partir de aquí, sensaciones y emociones personales al recorrer esa magnífica sala principal del museo. No es necesario ser una amante del mar, ni una apasionada de la incertidumbre terrorífica y fascinante del oleaje de los océanos. Basta, eso sí, con tener una mínima inquietud por descubrir los porqués de la historia, las razones que provocaban esto o aquello, y los personajes que con su carisma, valor, empeño y tesón, convertían el elemento agua en una continuación admirable de la "firmeza" de la tierra. Basta solo eso para disfrutar a tope de lo que exhibe este fantástico museo. A partir de aquí, como digo, el recorrido por el MMM permite adentrarse, por ejemplo, en la trepidante vida del marqués de La Fayette durante el siglo XVIII y casi atisbarle sobre su preciosa fragata Hermoine con la que cruzó el Atlántico para apoyar a los estadounidenses que luchaban por su independencia contra los ingleses; el hilo argumental del museo, siguiendo las corrientes de los siglos, presenta también la figura de algunas mujeres a las que, hoy, cualquiera debería honrar, como a Jeanne Baret, botánica y exploradora francesa. Es conocida por ser la primera mujer que dio la vuelta al mundo con la expedición de Bougainville en los barcos Boudeuse y Étoile, desde 1766 a 1769. Jeanne se unió a la expedición disfrazada de hombre, haciéndose llamar Jean (Juan, y no Juana) en lo que sería la primera circunnavegación francesa del mundo durante la cual se realizó un catálogo de especies de todo el planeta. A través de estas increíbles andanzas, el museo recoge a su vez otros nombres que activan la imaginación, como los de Anne Bonny y Mary Read. Ambas acabaron siendo las primeras y más famosas piratas durante el siglo XVIII, surcando los mares y atemorizando al enemigo como miembros de la tripulación capitaneada por Jack Rackham. La primera era irlandesa; la segunda, británica. El caso es que por aquellas idas y venidas de la vida (de sus vidas, mejor dicho), acabaron encontrándose en 1719 para, juntas, seguir asaltando todo tipo de naves bajo la bandera de una calavera y las órdenes de "Calico" Jack. En 1720, su balandra fue abordada por el corsario Jonathan Barnet. Los hombres y mujeres del capitan Jack fueron arrestados y llevados a juicio bajo el delito de piratería. La suerte para unos y otros fue bien diferente. A los piratas les ahorcaron; ellas dos alegaron que estaban embarazadas (hecho constatado) y consiguieron un indulto que les libró de la horca, pero no de ir a prisión. Allí estuvieron hasta que un año más tarde Mary falleció por problemas de salud. Anne, sin embargo, acabó saliendo de la cárcel bajo, dicen, influencias de su padre, y regresó a la ciudad de Charles Towne (Charleston) donde acabó sus días llevando una vida tranquila que poco tenía que ver con sus aventuras como pirata en alta mar.


Musée Mer Marine. Bordeaux. Copyright foto: Teresa Morales

Este increíble y muy recomendado Musée Mer Marine de Bordeaux expone decenas de maquetas de buques, barcos, fragatas, veleros, submarinos, galeones, carabelas, transatlánticos y demás embarcaciones inventadas por el hombre a lo largo de la historia. De todas las que vi hago una especial mención a Le Protecteur, quizás porque las líneas de aquel barco me parecieron preciosas. Un navío de 74 cañones, botado en Toulon en 1760. El barco formó parte de la flota francesa en la batalla naval frente a Granada el 6 de julio de 1779. Podía albergar a más de 400 hombres. En 1784, el navío se dio de baja para su uso habitual, fue desmantelado y convertido en hospital en la localidad francesa de Rochefort. 

Resulta curioso que para ser una ciudad que nunca ha visto el mar, Bordeaux acoge desde hace cientos de años uno de los puertos más emblemáticos y relevantes de la historia, y a día de hoy, también un museo deslumbrante a través del cual el viajero puede navegar por los entresijos marítimos de los siglos.