HISTORIAS: ALFREDO ALLA SCROFA. ROMA. EL SECRETO ESTÁ EN LA SALSA.

Roma

100.000 liras. Esa fue la cantidad que costaron los famosos fettuccine Alfredo, allá por el año 1938. Y no estamos hablando de lo que alguien pagó por comer el que, probablemente, sea el plato más famoso de toda Roma allende las fronteras, sino lo que pagó el abuelo de Mario Mozzetti, actual propietario del restaurante, por quedarse con la pequeña trattoria que Alfredo di Lelio regentaba en el centro de la ciudad desde 1907. Y junto con el local, se apropió también de las recetas y el secreto de una leyenda. Como buena historia que se ha ido construyendo con el paso del tiempo, unos afirman que el secreto de la reconocida salsa surgió del antojo de Ines, la mujer de Alfredo, cuando estaba embarazada del primogénito, allá por los años veinte. A la buena señora de Di Lelio le entró el deseo de comer un delicioso plato de pasta blanca que no fuera la simple, aunque estupenda, tradicional al burro, hecha con mantequilla. Alfredo, santo marido y chef creativo, inventó un añadido a base de más parmigiano y una ración doble de mantequilla. Antojo satisfecho y mujer complacida. La segunda leyenda cuenta que después del parto, Ines no comía y Alfredo inventó este plato con el fin de que su esposa pudiera digerir mejor o, al menos, se le abriera el apetito. Objetivo conseguido y mujer complacida, igualmente. Sea como fuere, el caso es que los fettuccine pasaron a formar parte de la carta del restaurante y en 1927 saltaron a la fama porque, según cuentan (¡será por leyendas en esta ciudad!) el matrimonio de actores Mary Pickford y Douglas Fairbanks vinieron unos días a Roma. Casualidades de la vida (nunca hay dos sin tres ni, en este caso, tres sin cuatro) probaron el manjar en cuestión y les apasionó. Lo que ocurrió a continuación es una cadena de elogios, cubiertos de oro con los autógrafos de las estrellas, agradecimientos, un boca-oído, noticias, rumores, más leyendas, marketing, Hollywood entero reservando mesa, la Dolce Vita en pleno apogeo, paparazzi a la puerta del local y fama internacional.

Hoy, en el número 104/a de via della Scrofa, Mario Mozetti regenta, dirige y coordina el restaurante Alfredo alla Scrofa. Cuando abre la puerta, sonríe y enseguida comenta. “Si quieres el plato estrella de la casa has de saber que nace de una historia de amor”.

Se sienta cerca, te sirve una copa de un estupendo Chianti y cuenta: “100.000 liras. Esa fue la cantidad que costaron los famosos fettuccine Alfredo, allá por el año 1938…”. Lo que sigue, ya está escrito. El resto es cuestión de venir y probarlos.

Texto: Teresa Morales Copyright foto: Teresa Morales.