Las espigas que no encontraba por el centro de Roma, ahora están ahí, a ras de las ventanas de mi casa, como quien dice. Danzan al compás de una brisa que recuerda que septiembre ya está aquí, con sus fríos tímidos, y su luz limpia y suave. A dos pasos de un ventanal por donde discurre un río que no lleva agua, pero cuyo cauce se entretiene alimentando con las humedades del suelo hierbas y rastrojos, cardos y otras plantas que desconozco. Y las espigas, doradas, pequeñas... Delicadas, como la sensibilidad para ver, o al menos intuir, un buen día desde los apuntes del alba. Quando il giorno si vede dal mattino... Bonito dicho en italiano para recordarme que siempre hay un momento en el que se puede reconocer que cada instante es único, precioso y válido. Un instante para seguir, y sonreír. Un instante que espero que sea la esencia de esta nueva temporada.
