Este es el título
con el que quise introducir la primera clase del taller Hoy Yo También Cuento
de esta nueva temporada 2013. Un taller que ya va por su tercera edición y que,
poco a poco, infunda ánimos, entretenimiento y cierto entusiasmo entre las
participantes. Es cierto que no es una actividad con numeroso público, pero las
mujeres que se acercan hasta aquí (un Centro de Día para Personas Mayores), las que continúan después de dos años e,
incluso, las nuevas, lo hacen con la esperanza de aprender, de contar, de
escuchar y de compartir. Lo hacen desde la humildad y la sencillez, con su
alegría y vitalidad. A veces también con sus desesperaciones y tristezas. O
hasta con sus anhelos que, en ocasiones, se quedan encerrados en el cuarto de estar
de la casa o sobre una mesilla, al lado de un libro que invita a soñar por
mundos de fantasía. Todas vienen, o debería decir, venimos, con el corazón
abierto, entregado a conocer algo más de la vida. Porque en el oficio de
escribir y de contar hay que intentar ser lo más inspirador posible. Algunas
veces para que el lector obtenga la fortaleza que necesita en su día a día;
otras, para saber consolarle o para darle ejemplos de historias que, incluso
siendo de ficción, son parecidas a la suya. La literatura, por tanto, funciona
como un bálsamo, o como un río, por el que es bonito navegar y dejarse llevar.
Viendo lo que acontece a ras y a los lados de la corriente. Valores, emociones
y sensaciones humanas que, con mayor o menor similitud en las formas, acaban
siendo los mismos para todas. Por eso, da igual si Zsa Zsa Gabor se casó nueve
veces o si tuvo diamantes para aburrir porque en el fondo de su alma es una
mujer que ama, siente, conoce la soledad, la tristeza, la esperanza, la ilusión
de los retos nuevos, la desdicha de las despedidas, el amor en su esplendor y
el inquietante estado de la incertidumbre. Es una mujer como nosotras, como
cualquiera de nosotras. Esta vez, como les digo, hablaremos de mujeres que
inspiran a mujeres. De personajes femeninos que como cada una
de las féminas que acude a este taller las tardes de los jueves,
construyeron sus vidas desde el esfuerzo, el coraje y el optimismo. Lidiando
con las rachas negativas, para transformarlas en algo aleccionador o, al menos,
útil y servicial. Y compartiendo las épocas más alegres y abundantes con una
generosidad y un amor que todas las mujeres, de ficción o reales, acabamos
demostrando siempre. Y da igual si hablamos de una Santa como Teresa de Ávila
(¡la original, no yo!), o de una actriz como Zsa Zsa Gabor; o de una mujer
inventada por Virginia Woolf, o de alguna de la peregrinas reales que han hecho
el Camino de Santiago. Las mujeres hacemos magia con la vida y aquí, en este
taller, acabaremos viéndolo y sobre todo, inspirándonos. Unas de otras, porque
todas, al final, como una serie de Matriuskas, tenemos algo que enseñar y muchas, muchas cosas que
aprender.