EL DESIERTO















Dicen que el outback, en Australia, es realmente peligroso. Las serpientes, las arañas, el calor, los kilómetros y kilómetros sin civilización a la vista, las pistas de arena que desorientan, los dingos o perros salvajes, los buitres, las aves rapaces, la soledad, la falta de agua, etc. Una de las condiciones que aparecen en el contrato cuando se alquila un coche es no conducir de noche o no, al menos, fuera del núcleo urbano. Así que, a la ya difícil tarea de conducir por la izquierda sin chocarse con nadie, se añade el terror que los lugareños contagian cuando hablan de los riesgos que se corren si una se adentra en el interior del territorio. Pero como ocurre en otras muchas parcelas de la vida, después de haber vivido la experiencia lo mejor que se puede hacer para próximas veces es no tener expectativas, confiar en que todo saldrá bien y no acobardarse. Compré más de 15 litos de agua para dos días y a punto estuve hasta de transportar un bidón de gasolina en el coche. Al final, los más de mil kilómetros recorridos en apenas 48 horas fueron un paseo sin altercados. De hecho, y sólo para comentar la anécdota, por mucha señal amarilla que se cruzara en mi camino advirtiendo de la existencia de canguros, lo cierto es que no vi ni uno, pero me han recomendado que visite el zoo de Sydney. Sin comentarios.
Copyright fotos: Teresa Morales. Outback. Australia