Piña-Fresa. Copyright foto: Teresa Morales
Al menos, si es para empezar el día con imágenes que nos traen una sonrisa y que, en la distancia, son capaces de transformar una piña en almíbar y una humilde fresa, en un Buenos Días radiante. Y no es el fruto del aburrimiento, sino el resultado de tener una mirada que siempre ve historias que, a simple vista, no aparecen escritas ni siquiera, mencionadas. Hoy, domingo de Resurrección, las campanas y los cohetes han puesto la banda sonora a una mañana que ha dejado atrás el frío y ha acogido, de buen grado, al sol. Sin nubes y sin viento, me llegan noticias del Vaticano donde, al parecer, Benedicto XVI ha recibido, como regalo, un huevo de pascua de 250 kilos, más de dos metros de alto, artesanal y del mejor chocolate made in Italy. Evidentemente, el Santo Padre no se comerá semejante dulce él solo así que en un gesto que le honra y que, seguramente, le obliga, lo ha donado a los centros de menores de Casal del Marmo. Bueno, decir centro de menores es buscar un término en español a esa palabra italiana “carcere” que ya, de por sí, no suena bien en ningún idioma. Allí van a parar los jóvenes entre 14 y 18 años que han cometido delitos y algunos bien graves. Es probable que el sabor del chocolate no endulce al 100% la existencia de los internos, aunque seguramente, ayudará a afrontar los días con nuevas perspectivas y un nuevo estímulo más sabroso. Algo parecido a lo que pretenden las autoridades con algunos proyectos juveniles de reinserción social, como el cultivo de olivos biológicos que, aunque parezca mentira, en un acto de solidaridad y cooperación acaban siendo la materia prima para algunos de los productos de la firma cosmética Lush. Y sí, así de conectados estamos unos y otros porque puede que el familiar o amigo de algunas de las víctimas (en ciertos casos, asesinadas) de esos menores cultive su cuerpo con una hidratante de aceite extraído de un olivo cuidado con mimo por aquel a quien, la rabia y el dolor, seguramente desterraron a las miserias. La interdependencia es una palabra clave en la biología y también en el budismo. Todos somos uno, que ya decía el señor Cameron en su espectacular película Avatar y por eso, incluso en días de resurrección o quizás por ellos mismos, hay que dar gracias que la cadena y esta telaraña social humana continua. A veces a nuestro ritmo y otras veces a una velocidad a la que tenemos que adaptarnos. Rezagados, adelantados o acompasados el objetivo es tener presente aquello que decía el sabio Salomón: “Todo tiene su estación y cada propósito su tiempo bajo el cielo” Es una cuestión de confiar o, si se tercia, de jugar con la comida para sonreír o simplemente dar unos radiantes Buenos Días.