EL ÁRBOL DE LA FELICIDAD

El jardín de mi casa. Copyright foto: Teresa Morales

Blanca López Ibor parece una mujer discreta. Se la ve tímida y menuda. Aún así, su sonrisa tiene la fuerza de iluminar y emocionar a un auditorio ocupado por mil personas. Ella es doctora pediatra especializada en oncología. Podría hablar del sufrimiento, del dolor, de la angustia o de la desesperación, no sólo de los niños, sino también de los padres con quienes trata en el hospital. Sin embargo, en su breve pero impactante intervención durante el II Congreso de la Felicidad organizado por Coca-Cola, habló de serenidad, de paz, de alegría, de felicidad y luz, no sólo de los niños, sino también de los padres de aquellos enfermos que no llegan a curarse y mueren. Cuando estos padres dejan de preguntarse el por qué y se preguntan el para qué, acaban encontrando una respuesta, aprenden la lección de vida que sus hijos les han enseñado y, al final, “se convierten en luz”. A ella se le ilumina la mirada y su expresión de paz, transmisora de un mensaje de esperanza entre la vida y la muerte, consigue traspasar todo el patio de butacas hasta tocar en la diana de mi interior emocional. Sí, la vida es también la muerte y es en la aceptación de ella y en el entendimiento con ella donde tenemos la oportunidad de abrir una puerta hacia la satisfacción personal y la quietud espiritual, dos elementos que nos permiten ser felices y estar ídem. Tal vez la vida sea esto, encontrar y paladear su sentido, experimentar la misión que cada uno tenemos y vivirla de la forma más honesta. ¿Pero qué es exactamente la felicidad? ¿Cómo se encuentra? ¿Cómo se protege? ¿Cómo se mide? Todas estas preguntas se contestaron durante el mencionado Congreso, una iniciativa del Instituto Coca-Cola de la Felicidad que ha contado con la presidencia por parte de ese personaje al que muchos han parodiado y ahora, idolatran: Eduardo Punset. El genuino divulgador científico se ha convertido en una figura mediática y, sobre todo, en el líder de un movimiento que nos adentra y anima al conocimiento y la gestión de las emociones para una mejor convivencia y entendimiento de las relaciones humanas. Punset abrió el Congreso con una afirmación contundente: "La felicidad es la ausencia del miedo". Porque el miedo atenaza y bloquea, y nos impide dar pasos, a veces verbales (no sea que nos regañen, que nos dejen de hablar, que no nos acepten, que nos rechacen, que piensen que somos lo que no queremos ser, etc); en muchas ocasiones, gestuales (no sea que nos regañen, que nos dejen de hablar, que no nos acepten, que nos rechacen, que piensen que somos lo que no queremos ser, etc). El miedo, ese gran enemigo público que nos han inculcado desde la infancia, es posible alejarlo. ¿Cómo? Aceptando que todo está en orden, siempre. Claro que para llegar a esta máxima, uno de los cuatro principios de la espiritualidad en la India, según dicen, es necesario hacer una tarea de interiorización. Y para ello, nada mejor que meditar tal y como nos aconsejó Matthieu Ricard, un monje budista, biólogo, fotógrafo, alma solidaria y poseedor de un título envidiable: el hombre más feliz del mundo. Pero esta es otra historia que también contaré. Hoy, por lo pronto, enhorabuena a los organizadores y gracias, de corazón, a todas las personas que como Blanca, Eduardo y Matthieu investigan, divulgan, difunden, rezan, trabajan, y ocupan sus días y sus noches en construir un mundo más empático y afín.