INVIERNOS DE LIBROS Y REENCUENTROS

Bologna. Copyright foto: Teresa Morales. 

La Antica Stamperia della Colomba apareció en la ciudad de Bologna a finales del siglo XVIII sin que ninguno de sus propietarios pudiera imaginarse que el negocio acabaría transformándose en una librería de antiguo, unas décadas más tarde. Alrededor del año 1825, la familia Marchesi acabó adquiriendo aquella primera imprenta para convertirla en una de las librerías más preciadas del siglo XIX en la ciudad por excelencia de intelectuales y comunistas. Tampoco los Marchesi habían planeado en sus primeros años de aventura empresarial que el negocio de los libros que con tanto esmero habían iniciado pasaría a manos de un hombre, Arnaldo Nanni, que esta vez sí, conseguiría que las estanterías con las ediciones más inverosímiles y fascinantes del momento se mantuvieran en pie durante todo el siglo XX y parte de lo que llevamos del XXI. El  Portico della Morte (de la Muerte) es un lúgubre y algo tenebroso soportal que recibió ese nombre porque cerca de allí se encontraba el que hoy es el Museo Cívico Arqueológico de la ciudad, y en otra época fue el hospital donde las personas más graves y las condenadas a muerte iban a acabar sus días. Una historia poco luminosa, sí, para bautizar una zona donde a día de hoy se ubica la que es la librería más antigua de Bologna y una de las más emblemáticas y bellas de toda Italia, la A. Nanni. Por sus pasillos, con la curiosidad infinita de las mentes insaciables de nuevos conocimientos, desfilaba Pier Paolo Pasolini, en aquellos años en los que era un joven prometedor de la escena artística italiana. Y universitarios de todo el mundo, italianos, por supuesto, y extranjeros de todas las nacionalidades. También yo me perdí entre aquellas vitrinas que anunciaban títulos evocadores, en un día de frío y sol, con el aroma de las tintas secas y los papeles viejos que enaltecen los relatos de ficción. Corrí a imaginar una historia. Como la de esos enamorados que se besaban sin pudor en la escalinata del Santuario de Santa María della Vita, un nombre esperanzador, sin duda, para equilibrar los malos augurios que destilaba el soportal vecino. Allí, en el centro del segundo escalón de los tres que daban paso a la entrada principal de la Iglesia, él la besaba a ella, con tanta pasión, como la que Dostoiveski plasmaba en sus novelas. Habían pasado tres años desde su primer encuentro, accidental y fascinante, que ninguno de los dos había olvidado. Él prometió amarla en silencio, a la manera que pudiera, mientras el tiempo le ayudaba a desatar, poco a poco, los compromisos con los que la vida había ido decorando su día a día. Ella prometió amarle con fe, a la manera que pudiera, mientras el tiempo le ayudaba a serenar, poco a poco, la soledad con la que la vida había ido forjando su carácter. Bastaron 1.095 días y dos semanas más para que un día de invierno sus pasos se volvieran a encontrar en aquel esquinazo. Les bastó una mirada, a lo lejos, y una sonrisa, cada vez más cercana. Un abrazo. Un aroma. Un silencio. Un pálpito. La sensación de hogar. Encima de ellos un cartel añejo, acompañado de aquellos focos de luz amarillenta: Libreria A.Nanni. Alrededor, las sombras que proyectaban las columnas de los arcos. No muy lejos, un Neptuno, gobernante e ingobernable. A dos pasos, el Albergo delle Drapperie, un pequeño hotel enclavado en un antiquísimo edificio histórico  donde sus habitaciones con camas revestidas de sábanas de algodón de Egipto esperaban con ansias el reencuentro.  Se desataron los compromisos viejos; se alzó la voz que había moderado la fe. "Libres", pensaban. Se fundieron los dos, en un solo compás, al ritmo de un único cuore, tal y como habían previsto las Moiras, las Parcas y las Normas. Aquellas partes mitológicas de la existencia que antes, mucho antes de que naciera la Antica Stamperia della Colomba, ya habían escrito la trama y el final feliz para aquella historia de amor en un portico de la vieja y preciosa Bologna.