Eso es lo que dicen las enseñanzas budistas. Que de todo lo negativo se puede sacar una enseñanza positiva, convertir el veneno en medicina. Porque, según proclaman, el ser humano se desarrolla al desafiarse en ese intento de vencer las circunstancias más dolorosas. Lo importante, cuentan los budistas, es cómo sepamos reaccionar ante las vicisitudes de la vida, en aquellos momentos en los que el sufrimiento y el dolor parecen apoderarse de nosotros, como si también fueran prendas que debemos lucir y con las que abrigarnos. Transformar ese padecimiento y las causas que lo originan en luz y estímulos positivos es, sin lugar a dudas, un reto. Y también, la mejor de las recompensas a esta vida. Si es verdad que todo ser humano tiene el potencial inherente de la Iluminación, eso significa que todos tenemos las capacidades para elaborar esta alquimia de los sentimientos y emociones, y convertir nuestras guerras personales en paisajes fascinantes de serenidad y amor. ¿A qué diablos estamos esperando para poner un poquito de esperanza, sonrisas y amabilidad en nuestro día a día? No es tan difícil. No lo es.