LA CLAVE ESTÁ EN DAR Y COMPARTIR

Invierno. Copyright foto: Teresa Morales.
Una vez, en otro tiempo y lugar, observé que incluso en las zonas más "miserables" discurría un ir y venir de virtudes que, a veces, brillaban por su ausencia en las zonas más "agraciadas" de la ciudad. De esa en la que me encontraba, como bien podría haber sido de cualquier otra. En esquinas y soportales donde se prodigaba la prostitución, la marginación y la suciedad aparecían también otros valores que damos casi por impropios de rincones sombríos: la bondad, la camaradería, la solidaridad y, en cierta medida, la felicidad. Entre aquellos seres trasnochados y embriagados por los efectos del alcohol y, muy probablemente, de las drogas, se manifestaba una trama real de complicidad y amabilidad, como si en el interior de sus mundos, poco luminosos para los que veníamos de fuera, hubiera una fuente de generosidad inagotable. Una consciencia de comunidad que les llevaba a activar la caridad y la compasión. Eso sí, entre ellos. El caso es que entre vapores etílicos, usos y abusos, observé que ellos eran felices a su manera. O, al menos, sabían de qué forma cuidar y proteger al compañero. Puede que la felicidad no sea igual para todos. Pero lo que sí es seguro es que sólo a través de una actitud entregada y una buena predisposición a ayudar es posible conseguir un ambiente de cierta magia y plenitud. Aquí, en mitad de cualquier avenida lujosa, o entre las sombras de aquellas paredes porticadas en las que vive otra parte de la humanidad.