...Diamantes y óxido. Eso afirma Joan Baez en su famosísima canción Diamonds and Rust que, no sé muy bien por qué, he escogido entre las más de nueve mil canciones que almacena el iTunes en mi ordenador. Esa voz, aterciopelada, tierna, madura, segura y penetrante de la Baez, envuelve toda la habitación de un no sé qué... Un no sé qué especial, intenso y lleno de energía y vitalidad, teñido de una sensación de amor puro, como la brisa de un amanecer estival. Un amor experto en surcar mares de comprensión, y de cabalgar contra el viento o a favor de él, más allá del tiempo y del espacio. Se cuela un rayo de sol por la ventana, dejando al grupo de nubes en un segundo plano. Apenas queda nieve en los tejados. Mientras, sobre la pila de libros que debo leerme para organizar un nuevo reportaje, reposa uno de los manuales de yoga que escribió Indra Devi a lo largo de sus casi 103 años de vida. Vestida con un sari blanco, sentada a orillas de un estanque, la Gran Dama del Yoga en occidente sonríe en la imagen de portada, mirando al infinito que reposa sobre su mano, con esa serenidad que sólo los más experimentados en la práctica de la vida interior han conseguido obtener. Ayer acabé de leerme su biografía, Indra Devi. Una vida, un siglo, magníficamente escrita por la periodista Natalia Apostolli, en la que el lector se adentra sin esfuerzos en la historia de todo un siglo, desde aquel 1899 de su nacimiento, hasta el año 2002 cuando el alma de la Mataji abandonó su cuerpo. Un siglo de anécdotas y episodios tan dramáticos como mágicos, de esta mujer que nació en Letonia y vivió en el resto del mundo, desde Berlín, a Moscú, la India, Estados Unidos y Argentina, donde finalmente, reposó. Más allá de la afición que cada persona tenga por las prácticas yóguicas, esta lectura es una gran recomendación para quien quiera descubrir de qué forma la vida cambia de perfil, se adapta a los tiempos, se renueva, se transforma, evoluciona y va adquiriendo cada vez una esencia y un aroma más intensos y auténticos, acordes con el espíritu y el destino que Dios reserva a cada uno. Y no tanto con el que deseamos o nos precipitamos a diseñar en las etapas más prósperas y soñadoras.
Miro a Indra Devi a la vez que escucho a Joan Baez, y hasta podría decir que la cadencia de la voz de la espléndida compositora americana crea cierta armonía con esa pose de la yogui, delicada y repleta de luz. Un momento de plenitud en este mediodía a pesar de que en aquella letra original, la cantante evocaba, dicen, una relación que ya no tenía, la que compartió años atrás con Bob Dylan. Una historia llena de buenos momentos y también de cierta nostalgia, pero ya se sabe que cuando se echa mano del pasado los recuerdos nos pueden traer diamantes y óxido. Por suerte, siempre hay algún producto que nos ayude a quitar la herrumbre, y los diamantes, ¡oh, cielos! aquellos, afortunadamente, permanecen inalterables a la oscuridad, brillan y siempre brillarán.