FLOATING ALMAS



Hoy voy a hablar de almas. Las que viven lejos y nos llegan cerca. Según un magnífico y desgarrador reportaje publicado en el diario El País, más de 700.000 niños de menos de 14 años viven en las calles de Bangladesh. El 84% de la población “sobrevive” con menos de dos dólares al día. La historia se repite en otros rincones del mundo y las consecuencias, como siempre, se agravan para las niñas y las mujeres. Cuenta el mencionado reportaje que en la ciudad de Faridpur hay dos burdeles con unas 900 prostitutas y más de la mitad no llegan a los 16 años. Será que hoy estoy sensible y más consciente de la fortuna que me ha rodeado y perseguido siempre o será que ayer estuve en las instalaciones de la IFAD hablando de proyectos para mejorar la calidad de vida de las zonas rurales del planeta. Y a veces, la mejoría es tan simple y tan fácil, como regalar una cabra a una familia. ¿Ridículo? No tanto para quienes ese animal supone los ingresos que le permitirán reinventarse, vivir y seguir respirando. Donde yo crecí las cabras eran nuestras guías cuando queríamos subir una montaña. Siempre encontraban el camino y, por lo tanto, dejaban el rastro para que otros, humanos pero muchas veces más inútiles, no nos perdiéramos. Desde la cima, sea cual sea su altitud, el horizonte se extiende y todo parece grande. Inmenso. Y nosotros, pequeños. Un momento sublime (que no perfecto porque, por fin, he entendido que la perfección no existe) para reconocer que en el mundo de las diferencias, distancias y despedidas físicas, hay un planeta repleto de almas. Las que viven lejos nos llegan cerca gracias a la sensibilidad de algunos artistas y si no, echad un vistazo a las maravillosas imágenes captadas por la gran fotógrafa (y mejor amiga) Sheila McKinnon (www.sheilamckinnon.com). Las que viven cerca, esas, mejor disfrutarlas y cuidarlas para evitar, por ejemplo, historias como las de las chicas de Faridpur quienes, como menciona un responsable de una ONG en El País: "La gran mayoría de las prostitutas empiezan a trabajar con menos de 15 años, por pobreza, por engaño o por secuestro y venta. Y una vez que empiezan, no pueden reintegrarse a la vida normal, porque son unas apestadas.”

La vida en Roma continúa. No lo voy a negar. Sofía Coppola estrena película. Y en Venezia aún andan de festivales. En Milán, diseñadores y modelos presentan colecciones y lucen palmito. El otoño hace amagos aunque no acaba de aposentarse. Los escaparates ya muestran lo que vamos a ver porque todo el mundo lo llevará. Y las colas para entrar en el Vaticano seguirán, en pie, fieles a la tradición turística, que no religiosa. Sí, la vida continúa, pero ahora que sabemos que con una cabra todo es más fácil y, sobre todo, posible, ¿acaso no merece la pena pararse un attimo y volvernos conscientes de la importancia de ser un alma? Yo creo que sí.

Copyright foto: Teresa Morales. Melbourne.