Lejos de Pakistán, a miles de kilómetros de allí, la historia habla de una pequeña ciudad castellana donde el atardecer ha dejado un cielo con pinceladas rojizas, un aroma a césped recién cortado, el dulce fluir del río, la placidez del croar de las ranas a orillas del agua y una voz, la de Eva Cassidy que, por puro placer y no por el vil metal, grabó magníficas versiones como el famosísimo What a Wonderful World. Aunque tengo la impresión de que si Louis (Armstrong) y la propia Eva levantaran la cabeza nos pondrían bien firmes a todos por no haber sido capaces de entender la sencilla letra de su canción. Que digo yo, que no es tan difícil el The colors of the rainbow, So pretty in the sky. Are also on the faces, Of people going by, I see friends shaking hands. Saying, "How do you do?" They're really saying, "I love you". Y, para quien no crea tanto en la música como herramienta para mejorar nuestra sociedad, siempre le queda venir un 2 de mayo a mi pueblo y pedirle a San Segundo tres deseos. Que seguro, segurísimo, uno cae. Palabrita.
ES COSA DE DIOS...¡COMO POCO!
Melbourne. Copyright foto: Teresa Morales
El 2 de mayo es fiesta en mi pueblo. San Segundo. Cuenta la tradición, que si le pides al santo tres deseos, él te concede uno. Confieso que el año pasado, empujada por lo popular, me acerqué hasta la ermita a comprar almendras garrapiñadas y a rememorar momentos de mi niñez. Y entré hasta la capilla donde se ubica la imagen en alabastro y ahí que le pedí mis tres deseos, claro que, siguiendo la picardía de mi madre, le pedí tres veces el mismo deseo porque, así, se me cumpliría “fijo”. Y se cumplió. Jajajaja… Hoy, siendo honesta, lo mejor que puedo hacer es agradecer su generosidad, no por concederme la petición, sino por no mandarme a la mierda. Quizás, he tenido la suerte de que todos los santos y demás cónclaves de seres todopoderosos (en los que incluyo hadas, meigas y duendes de los bosquecillos) están demasiado ocupados con un mundo, el nuestro, que está patas arriba. Las revuelvas sociales en los países árabes en pro de derrocar líderes autoritarios, los terromotos en Japón y radiación nuclear en el lejano oriente en pro de una advertencia a la humanidad, las guerras encubiertas que, dicen, tienen fines solidarios en pro de una defensa de los países civilizados y, he aquí lo más gordo, esos países mal autocalificados civilizados que se lanzan a la calle a celebrar que, aparentemente, han asesinado a Bin Laden. Todo me parece tan sospechosamente contaminante y desproporcionado (amén de otras descripciones que omitiré) que sonrío, de pura ironía, cuando pienso en esos habitantes del “primer mundo” hablar del fanatismo musulmán. Internet me satura con imágenes de miles de personas en Estados Unidos gritando eufóricos porque “el diablo” se ha ido al diablo. Y, qué queréis que os diga, que el post de hoy no tiene desarrollo de una de esas historias amables que me gusta inventar y redactar, pero aún me queda la lucidez suficiente para darme cuenta de que han sido tres días de millones de personas concentradas en las calles y de aquí si que podría sacar un cuento o varios. Uno de hadas: un millón en Londres, gracias a Kate y Willi; otro de piadosos: aproximadamente la misma cantidad en Roma, gracias al ya beato Juan Pablo II. Y un ultimo de venganza.