LA ACCIÓN VOLUNTARIA DE DAR

El Soto. Ávila. Copyright foto:Teresa Morales.
Hace poco me preguntaron que qué me había motivado a ser voluntaria y a desarrollar la labor altruista con personas mayores. Yo respondí que fue el hecho de tomar conciencia de que estoy aquí para aportar algo personal a los demás. Y para agradecer de alguna forma lo que durante mis años previos de vida otros han hecho por mí. Hay muchas razones para ser voluntario, y cada una de ellas tan válida como la persona que decide compartir su tiempo con los demás. Quizás, entre todas ellas, hay una que a mí me gustaría destacar, y es que el voluntariado es también la decisión de poner al servicio de los demás los talentos personales que Dios nos ha dado. Algunos sabemos escribir historias, otros son pacientes a la hora de enseñar, hay quien tiene la capacidad para transmitir alegría a niños, y quienes tienen el don de saber escuchar, acompañar y consolar. La acción voluntaria se convierte así en una especie de cadena solidaria de la que todos nos aprovechamos y de la que todos obtenemos ventajas. Pues el hecho de dar es tan gratificante como el gesto de recibir. 
Puede que al principio, cuando uno se entrega y pone al servicio de los demás su tiempo, su esfuerzo y sus conocimientos, caiga en la tentación de sentirse importante, casi un héroe. Pero cuando se obtienen los primeros beneficios, las primeras sonrisas de los mayores, los primeros comentarios de bienestar y los elogios … uno deja de sentirse importante para comenzar a sentirse útil. Y esa utilidad, ese saber que con un poquito de ti haces que otras personas obtengan un mucho de felicidad, aunque sea durante una hora, hace que todo en esta vida tenga más sentido. Las dificultades desaparecen como por arte de magia, y avanzar en pro de un bien común, al que podría llamar bienestar o felicidad, es un paseo de lo más reconfortante. 
Aprovecho este post, que es un fragmento de unas palabras que me pidieron en el Ayuntamiento de Ávila, para, en nombre de todas las personas voluntarias, agradecer también a aquellos que, pacientemente y con una generosidad tremenda, reciben nuestras charlas y nos aceptan como monitores. En mi caso, es un grupo de mujeres mayores que desde hace un año y medio me relatan sus vidas, sus hábitos, la historia y costumbres de esta ciudad y de esta provincia con las que vamos articulando unos relatos entrañables en un taller que titulé “Hoy Yo También Cuento”. Porque ellas cuentan, ¡y mucho! Sin ellas, sin el cariño con el que me acogen y sin el agradecimiento que me muestran, mi labor y mis ganas de aportar algo nuevo pasarían desapercibidas. A ellas les dedico los reconocimientos oficiales que nos brindan, como el de ayer en el Ayuntamiento de mi ciudad, y espero que el amor con el que vamos construyendo un grupo de mujeres amigas nos siga inspirando para aumentar la autoestima, la compasión por los demás, la generosidad y la alegría como valores, no sólo del voluntario, sino de todas las personas que conformamos nuestra sociedad.