LA BELLEZA Y LA ALEGRÍA SIEMPRE SE VEN

Invernadero de pájaros. Ávila. Copyright foto:Teresa Morales.
Vivir para aprender, y aprender a vivir. Eso es lo que me ha comentado una amiga en uno de sus correos, con respecto al artículo publicado recientemente en la revista Yo Dona, y que he tenido la suerte de elaborar y firmar para ese medio. Un reportaje que yo titulé Sal del Atasco Emocional y que está basado en  algo tan básico como el  Optimismo Inteligente del que tanto habla la catedrática María Dolores Avia, que tuvo la amabilidad de contestarme a algunas preguntas y colaborar con su conocimiento a que este texto fuera algo más que un mero reportaje. Al menos para mí. Conozco muchas mujeres que saben cómo salir de esos atascos emocionales, sin necesidad de recurrir a terapias (o incluso si en algún momento tuvieran que hacerlo), sin dramatizar y sin caer en un bucle melancólico. Nueve de ellas presentaron ayer en mi ciudad, Ávila, el libro Tan alta como un ciprés (Ed. Caleandrín) en el que narran, una a una, su experiencia con el cáncer de mama. Mujeres de mediana edad, y jóvenes, más jóvenes que yo, que un buen día se encontraron luchando físicamente contra las células tumorales. Hoy, casi todas ellas ya curadas o en fase de estarlo, sonríen, abren sus corazones para narrar sin tapujos lo que han sentido, se confiesan ante un público que en dos ocasiones ha llenado un salón de actos e invitan a todas las personas a valorar los verdaderos detalles de la vida, el aquí y el ahora. Una experiencia sanadora, sin duda. También conozco otras mujeres, las que acuden los jueves a ese centro de mayores en el que he descubierto un grupo de amigas. Maestras e inspiradoras. Me llaman "la profe", pero son ellas quienes me enseñan a mí, a ser, a compartir, a vivir, a sobrevivir, a superarme, a aceptar (¡ay, Dios! Qué gran ejercicio este de aceptar), a mirar hacia adelante, a salir a flote, a recordar sin lamentos, a decorar elegantemente los recuerdos, a endulzar la memoria, a tantas cosas y tan bonitas... que no cabrían aquí, ni en cientos de post. La belleza y la alegría de las mujeres mayores que pueblan esta ciudad, de la que muchas veces me quiero ir, consiguen darle sentido a lo que respiro, a mi momento del aquí y ahora del que hablaban las otras heroínas, y a recordarme que quizás, ¡quién sabe!, sea este mi lugar y/o al menos, mi actual misión. Acoger, acompañar, cuidar, escuchar, sentir, ofrecer alegría y regalar paz...